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martes, 7 de octubre de 2014

Noche de invierno

Tardes de invierno sintiendo el frío en mi cara, llevando una chaqueta traspasaba el frío por mis huesos. Tardes de atardeceres sentados en un banco viendo anochecer, en aquel parque dónde nos besamos. Sentir mi boca fría y el aliento humo como si fuera cigarrillo de vapor blanco. Frío. Mucho frío. Pensar que no sabes que hora es, ni que temperatura podríamos estar, mirar el cielo y ver las estrellas brillar, mirar las calles vacías y sentir aún más frío dentro de ti. Los pies congelados con dos pares de calcetines, pensar que necesitas fuego o hacer una mini hoguera y sentir el calor en tu interior.
Sentir que caminamos de la mano para sentir que estamos unidos, solo calor entre nosotros.
Empieza a llover salimos corriendo nos refugiamos debajo de un árbol, de mientras nos acercamos despacio sentimos nuestro aliento frío y cálido, necesitamos algo y no sabemos qué hacer, seguimos mirándonos tan cerca que nuestra narices se rozan sin más. Llega el momento y nos besamos. Tras un rato estar besándonos nos damos cuenta que la lluvia había parado de llover, salimos de nuestro escondite árbol, y al pasar por aquel paso de cebra, empieza de nuevo a llover con demasiada fuerza nos pusimos empapados de arriba a abajo sin más; hasta que nos quedemos en un sitio fijo, debajo de una gran carpa de un restaurante.
Al despertarnos al día siguiente y ver el amanecer en aquel parque y el fresco que hacía, sentí que era la hora de irme, a casa, mientras el sol se ponía y ya sentía el calor en mi ropa.
Esa noche de invierno sentí las calles vacías y el frío en mí, como nunca antes lo había sentido. Me marcó para siempre.

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